El Batallón Abraham Lincoln

     Estimados lectores ibéricos y allende los mares:

     El Batallón Abraham Lincoln o el romanticismo de la lucha por la democracia y contra el fascismo. Forma parte de la historia de España durante la Guerra Civil 1936-1939. Hoy toca un documento desclasificado de la CIA, https://www.cia.gov/library/readingroom/document/cia-rdp90-00965r000605300003-8 concretamente un artículo que apareció en el periódico The Washington Post, el 6 de abril de 1986. El autor es Ronald Radosh, fue catedrático de Historia en The City University of New York. Como sus padres, fue marxista y miembro del Partido Comunista de EE. UU. Su tío falleció en la Guerra Civil Española luchando con el Batallón Abraham Lincoln. Con una mirada retrospectiva analiza el sacrificio inútil de su tío en una España que era parte de un tablero de ajedrez en la Europa previa a la II Guerra Mundial.

                     MI TÍO MURIÓ EN VANO LUCHANDO POR LA CAUSA JUSTA

     Por Ronald Radosh

     Crecí con una heroica visión del Batallón Abraham Lincoln. Eran unos jóvenes valientes en la década de los años treinta, fueron leyenda, los que se marcharon a luchar a España y pelearon por la "causa justa" en la Guerra Civil Española, defendiendo la democracia contra la creciente amenaza del fascismo. Fueron la flor y nata de la izquierda estadounidense, "precoces antifascistas", quienes únicamente procuraban despertar la conciencia del mundo sobre la destrucción de la república española.

     Las viejas leyendas nunca mueren. Sin embargo, para mí, después de escudriñar el registro histórico de lo que sucedió en España hace cincuenta años, esa vieja imagen romántica se ha desvanecido. La historia de los excombatientes de la Lincoln, en lugar de ser una leyenda de heroísmo y virtud, es la historia de cómo unas buenas personas fueron manipuladas por la Unión Soviética para sus propios fines. [...]

     Nunca le conocería. El Batallón le nombró "comisario" [comisario político], murió tras batirse en retirada durante la primavera de 1938. Mi familia honraba su recuerdo, y crecí inmerso en el conocimiento de ese Batallón. Como el actor Richard Dreyfus, quien recientemente tomó la palabra en un reunión de excombatientes, yo, también, los veía como auténticos héroes estadounidenses.

     En los años treinta España era la causa radical que estaba de moda. Fue, tal y como escribió Murray Kempton: "La pasión de un pequeño segmento de mi generación que sentía un compromiso personal por la revolución". [...]

     [Lewis] Coser recuerda mirar fascinado lo que él llama: "Una reacción casi instintiva de la clase trabajadora" que desarmaron a policías y guardiaciviles. Las milicias obreras ocuparon los restaurantes de lujo abriéndolos al populacho; los hoteles de lujo se convirtieron en los cuarteles generales de las organizaciones revolucionarias. Fueron, como escribió George Orwell en "Homenaje a Cataluña": "Una especie de microcosmos en una sociedad sin clases [...] un rudimentario anticipo de lo que podrían ser las etapas iniciales del socialismo". Era, como él confesó, un sueño "que me atrajo irresistiblemente". [...]

     Era la única causa justa de los años treinta: un gobierno legalmente elegido democráticamente luchando contra generales reaccionarios que querían instalar una versión española del nazismo. La república democrática estaba sola y movilizada: las democracias occidentales permanecían neutrales y no les vendían armas, mientras que los regímenes fascistas de Alemania e Italia a toda prisa enviaban hombres y armas en ayuda de la rebelión del general Franco. La defensa de España era el estandarte para todas aquellas organizaciones buenas y decentes contra las mareas de reaccionarios y nazis.

     Para los excombatientes de la Lincoln, esta historia la asumieron como el catecismo. Únicamente la Rusia soviética acudió en ayuda de la España democrática, afirmaban los combatientes del Batallón, y los soviéticos demostraron por medio de esto que ellos estaban del lado del pueblo. Fue Rusia, llegaron ellos a esa conclusión, quien trajo luz y esperanza a los oprimidos del mundo. Entre el soldado del Batallón Lincoln y sus enemigos mediaba su fusil, suministrado por Rusia. La aviación, los tanques y la artillería que le protegían todos eran de procedencia soviética. La admiración que sentían los voluntarios por la Unión Soviética era ilimitada.

     España llegó a ser el centro de la inspiración para artistas, intelectuales y escritores de los años treinta. [...]

     Otra vez estaba equivocado. Cuando investigué lo que encontré no era la historia de una generación heroica luchando contra el fascismo, sino una lección de cómo el idealismo de una generación fue utilizado, manipulado y en última instancia traicionado por aquellos que tenían en su fuero interno el cinismo de la realpolitik. [...]

     Los soldados fueron a luchar por la democracia, pero sólo unos cuantos comprendieron que sus batallones se juntaron para un propósito mayor en el que ellos eran meros peones: poner de moda a España de la manera deseada por Iósif Stalin, quien necesitaba crear un contexto en Europa que serviría a sus fines en política exterior. [...]

     Nadie puede dudar del heroísmo y la bravura de los hombres como mi tío, pero muchas décadas después, uno no puede pasar por alto su completa ingenuidad: todo lo bueno en uno de los bandos, todo lo malo en el otro bando. Pero, ¿fue la Guerra Civil una simple causa justa por la democracia y contra la tiranía fascista? [...]

     La verdad es que Stalin se metió en la guerra tarde, mediante una política de prudente intervención militar. Los tanques soviéticos, los aviones y la artillería no llegaron a España sino hasta octubre o noviembre de 1936, y eran de un calibre limitado --sin competencia para el equipo pesado suministrado por alemanes e italianos--. Aún así, los soviéticos recibieron el pago por adelantado, al hacerse Rusia con las reservas de oro de España. Temerosa de verse envuelta en una guerra con Alemania e Italia, Rusia limitó su ayuda a reforzar la resistencia de las fuerzas antifranquistas hasta que Gran Bretaña y Francia se vieran obligadas a abandonar su política de neutralidad.

     La cínica meta de Stalin era teledirigir los acontecimientos internos en España para que coincidieran con sus objetivos en política exterior. Él quería prolongar la existencia de la República Española hasta que las democracias occidentales se le unieran en apoyo a los republicanos españoles. Era una estrategia de estancamiento: Stalin nunca dio a los españoles suficiente armamento como para ganar. Las tropas mal equipadas de los batallones eran un blanco fácil, abandonadas, como dijo un comisario estadounidense: "ovejas llevadas al matadero".

     Junto con los asesores militares de Stalin llegó el aparato político y el de inteligencia, quienes asumieron el control de la República para 1937. El quid pro quo de la ayuda soviética fue la purga y eliminación de izquierdistas que no aceptaban la ortodoxia de Stalin. En particular los comunistas españoles ejecutaron las directrices del Kremlin sin vacilación, aunque, como declaró Burnett Bolloten (autor de la obra “The Spanish Revolution”): “A pesar de que tales directrices supusieran adoptar posturas contrarias a la de otros partidos izquierdistas, debilitando los esfuerzos bélicos y la ganas de pelear en el frente”.

     El reinado de terror que imperaba en la República Española infligido por los agentes de Stalin fue descrito por el general Walter Krivitsky, uno de los primeros soviéticos que desertaron a los EE. UU. Krivitsky había ocupado ambos cargos: jefe de la inteligencia militar soviética para Europa Occidental y jefe de la policía secreta soviética en España. […].

     Krivitsky explicó los detalles de cómo los agentes de Stalin operaban en la República Española. Lo que trajeron a España fue una represión brutal y el terror: la guerra civil entre la izquierda española, una guerra dentro de la Guerra Civil Española. Los cuerpos policiales fueron reorganizados. Los comunistas se aseguraron los puestos clave en la recién reorganizada policía, que de hecho llegaron a formar parte del aparato soviético en España. Sobre el servicio de inteligencia soviético, la NKVD, Krivitsky escribió: “Tienen sus propias cárceles especiales. Sus unidades ejecutan asesinatos y secuestros, en las numerosísimas cárceles secretas y ejecutan rapidísimas detenciones por sorpresa. Operan... independientes del gobierno legítimo... La Unión Soviética parece poseer el gobierno legítimo de España, como si fuesen de hecho una propiedad soviética”.

     Miembros del Batallón Lincoln tuvieron que estar al tando de dicho terror. Indudablemente han tenido que tener conocimiento de los asesinatos cometidos por el líder francés del batallón. André Marty. En sus propias palabras, Marty fusiló a unos 500 de sus hombres por [acusados por] deserción, o por ser troskistas, una desviación política. En otras palabras, una décima parte de todos los voluntarios muertos en la guerra civil fueron fusilados por Marty. Cantidad que parece modesta para muchos de los que lucharon a su lado. Muchos de los voluntarios le pusieron a Marty el apodo de “el carnicero de Albacete”, después de pasar por el campo de entrenamiento que él gobernaba. En este sentido se parecían tanto Franco y los comunistas que, un líder anarquista acertadamente dijo: “Sea que el presidente Negrín gane con su cohorte de comunistas, o gane Franco con sus aliados alemanes e italianos, el resultado sería el mismo para nosotros”. […].

     España fue un peón en el tablero de ajedrez de las grandes potencias mundiales.

     [John Gates, que con 23 años de edad fue comisario del XV Batallón], dijo sobre los voluntarios de la Lincoln: “Pelearon con la mejor de las intenciones, tenían nobles ideales, pero ellos lucharon en un sistema controlado por la dirección comunista rusa, entonces bajo el control de Stalin”. […]


     Para cuando él [su tío] entró en la contienda, el Comintern ya había decidido que España era prescindible. La unidad con Gran Bretaña y Francia era más importante, el teatro de operaciones se movía hacia Europa. Los hombres fueron enviados a una guerra que no podían ganar solo por razones propagandísticas. Incluso Stalin empezaba a explorar un frente común con Hitler a la misma vez que se hacía el llamamiento a los brigadistas.
   
     Fin de la traducción.  

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